¿QUÉ TE DARÉ?
(Carta de la Sra. Heindel a los estudiantes, de 1 de enero de 1.930)
(Suponemos que falta una parte de esta lección, como se puede ver en el Boletín que se reedita)
5.- En Gabaón, el Señor se apareció aquella noche en sueños a Salomón, y le dijo: Pídeme lo que quieras.
6.- Salomón respondió: Tú le hiciste una gran promesa a Tu siervo, mi padre, David, porque procedió de acuerdo contigo, con lealtad, justicia y rectitud de corazón, y le has cumplido esa gran promesa dándole un hijo que se siente en su trono: es lo que sucede hoy. 7.- Pues bien, Señor, Dios mío, Tú has hecho a Tu siervo sucesor de mi padre, David; pero yo soy un muchacho que no sé valerme.
8.- Tu siervo está en medio del pueblo que elegiste, un pueblo tan numeroso que no se puede contar ni calcular.
9.- Enséñame a escuchar para que sepa gobernar a Tu pueblo y discernir entre el bien y el mal; si no, ¿quién podrá gobernar a este pueblo tuyo tan grande?
10.- Al Señor le pareció bien que Salomón pidiera aquello, y le dijo: Por haber pedido esto y no haber pedido una vida larga, ni haber pedido riquezas, ni haber pedido la vida de tus enemigos, sino inteligencia para acertar en el gobierno, te daré lo que has pedido: una mente sabia y prudente, como no la hubo antes de ti ni la habrá después de ti. Y te daré también lo que no has pedido: riquezas y fama mayores que las de rey alguno. Y, si caminas por mis sendas, guardando mis preceptos y mandatos, , como hizo tu padre David, te daré larga vida. (Reyes I, 3).
Salomón, por virtud de su pureza de propósito, su desinterés, su profundo amor a la justicia, fue escogido para reinar como rey de Israel. Su padre, el rey David, había abrigado altos ideales y un hondo anhelo de edificar el templo a Dios, en el que esperaba poner al Arca de la Alianza, guardada, a la sazón, en el tabernáculo de Sión. No obstante, al rey David no le fue permitido presenciar la realización de sus ideales. Jehová le dijo que, como “había vertido sangre en abundancia y había hecho grandes guerras”, su hijo Salomón sería el escogido para llevar a cabo los ideales y planes de su padre.
Aún muy joven, a la edad de veinte años, Salomón fue tentado por las grandes riquezas y honores. Fue probado. Y, de sus pruebas, salió puro, recto y fuerte, abrigando grande amor a la justicia y a la rectitud. Así, pues, Dios le otorgó la abundancia. Cuando se le preguntó cuál era su deseo, todo lo que pidió fue aquello que le permitiera gobernar mejor a su pueblo: un dócil corazón y poder discernir la diferencia entre lo bueno y lo malo. Si todos los gobernantes del mundo gozaran esta gracia, ¡cuán diferente sería el mundo!
En el cuarto capítulo de los Proverbios, Salomón es amonestado para que no
abandone la Sabiduría porque “ella te guardará; ámala y te conservará”.
La adquisición de la sabiduría es el propósito de la vida y Salomón, con toda justicia, la ensalzó.
Mas, existe una diferencia entre la “sabiduría” y el “conocimiento”. El conocimiento bien puede conducir a la crueldad. El vivisector emplea mal sus conocimientos; y también el murmurador y el crítico y el frío, el hombre sin Dios; y el gran militar, que emplea a sus hombres cual si fueran peones de ajedrez; y el financiero, que usa sus conocimientos para encontrar maneras de engañar al prójimo con el fin de lucrarse y mejorar su estado pecuniario. La intelectualidad, tal como el hombre la comprende el día de hoy, no se puede comparar con la sabiduría de Salomón. Esta sabiduría viene de lo alto.
“En cambio, el saber que baja de lo alto es, ante todo, límpido y, luego, apacible, comprensivo y abierto, rebosa buen corazón y buenos frutos, no hace discriminaciones ni es fingido. Y la cosecha de honradez con paz la van sembrando los que trabajan por la paz” (Santiago, 3: 17-18).
Quien goce esta sabiduría comprende los grandes fundamentos de la vida. Esta es la sabiduría que poseen el Iniciado, el Adepto y el Cristo. La sabiduría cósmica llena el universo. El universo de Dios es un gran manantial de sabiduría y es de este manantial de donde las Jerarquías Creadoras obtienen sus conocimientos. Los espíritus-
grupo, los espíritus de la naturaleza y toda la nobleza de la natura, logran su inspiración en esa fuente. Pero el hombre, a medida que desciende más hondamente en la materia y se viste con capas de creciente densidad, va cerrando la puerta al espíritu de la sabiduría. Ha ofuscado su vista por tiempo provisional. La luz de la sabiduría le volverá, no obstante, a medida que se eleve y deje de ser el hombre sensual y concupiscente que vive por tan sólo el placer del día, y cuyo único pensamiento es “comer, vivir y alegrarse”. Debe emular al hombre-Cristo, el alma despertada que, como Salomón, abriga el anhelo de conocer la diferencia entre el bien y el mal, a fin de emplear sus conocimientos en provecho del prójimo.
El sufrimiento, las decepciones y las experiencias de Parsifal simbolizan la búsqueda de
la sabiduría por el alma, que encuentra su símbolo en el santo Grial. Es la lanza de la sabiduría la que Parsifal emplea para sanar las heridas de Amfortas, y es el abuso de la sabiduría lo que produce dolor.
Tenemos una ilustración del mal uso de la sabiduría en la historia de la decapitación de Juan el Bautista; también, en la leyenda griega en la que Mercurio corta
la cabeza de Argos, a quien se atribuían cien ojos, símbolo de la visión espiritual. Pero Argos había empleado mal esa facultad y Juno puso sus ojos en la cola del pavo real.
Desde el punto de vista científico del día de hoy, tal como nos lo dicen nuestros sabios, cada pensamiento que el hombre se permite, produce un efecto destructivo.. Se destruye la vida de alguna forma. Cuando el hombre piensa, destruye tejidos del cerebro, las células se agotan y envejecen. Innumerables vidas elementales se sacrifican para dar lugar a los hijos mentales del hombre. Al ser enviados los pensamientos al mundo, asumen formas, y la vida elemental se utiliza para su formación. Nada nuevo se construye en ningún nivel sin el sacrificio de alguna cosa. No se forma el cuerpo de un nuevo ser humano sin apropiarse de la sangre de la madre. No se edifica una nueva casa sin la destrucción de las formas materiales de los reinos mineral y vegetal, puesto que la madera, el cemento y el metal que se emplean en el edificio, han sido obtenidos todos de los reinos inferiores. Bajo las presentes condiciones, es necesario que este sacrificio continúe. Mas, si la vida y los materiales se otorgan a fin de que se fragüen formas superiores, no ha sido en vano el sacrificio.
Pero volvamos al asunto de la sabiduría. Si buscamos el conocimiento con el objeto de alcanzar el progreso y el desarrollo que conducen a la sabiduría, entonces se
sacrifica por una buena causa la vida celular del cerebro. Pero el adquirir conocimientos con propósitos egoístas y destructivos, para emplearlos como hace el vivisector, para atormentar o para alcanzar poder sobre los demás, como hace el mago negro, significa
el acumular para sí una enorme deuda de destino. Podemos darnos cabal cuenta del
significado de esas deudas con ver, a diario, los múltiples seres humanos que nacen
deformes, ciegos, cojos o enajenados. Ésta no es la obra de Dios. Él hizo al hombre
perfecto, como Él es perfecto. Son las consecuencias de las malas obras que el hombre perpetra, ya que “todo lo que el hombre sembrare, eso recogerá”.
Bien sencilla es la lección: a no ser que busquemos las enseñanzas superiores, que son iguales a la sabiduría de Salomón, siempre con móvil desinteresado, estamos sacrificando fútilmente la vida elemental que nos ayuda en la construcción de las células cerebrales. Así pues, el conocimiento lleva consigo cierta responsabilidad. Se nos juzga y se nos tiene por responsables en proporción directa a los conocimientos que tengamos.
Todo conocimiento que no esté impregnado del deseo de servir y del amor, es vacío y
sin propósito valido alguno.
“Cuanto más y mejor sepas,
tanto más pesado será tu juicio.
A nos ser que tu vida
también sea más santa”
“Cuanto más unido está el hombre consigo mismo e interiormente sencillo, tantas más cosas profundas comprende sin esfuerzo; puesto que recibe la luz del conocimiento desde lo alto”. (Tomás de Kempis).
Boletín Nº 35 AÑO 2.000 - SEGUNDO TRIMESTRE
(Abril-Junio) FRATERNIDAD ROSACRUZ MAX HEINDEL (MADRID)
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