Augusta Foss de Heindel

sábado, 28 de febrero de 2015

El impulso de lo invisible - en you tube -



El impulso de lo invisible
(Carta de la Sra. Heindel a los estudiantes de 1 de octubre de 1.929)

en you tube, desde aquí
https://www.youtube.com/watch?v=F-pFmuuyiSs&feature=youtu.be
 
            “Mas, del fruto del árbol que está en medio del huerto, dijo Dios, no comeréis de él, ni lo tocaréis porque no muráis… Y vio la mujer que el árbol era bueno para comer y que era agradable a los ojos y codiciable para alcanzar la sabiduría; y tomó de su fruto y comió;  y dio también a su marido, el cual comió así como ella… Y dijo Jehová Dios:  he aquí que el hombre es como uno de nosotros, sabiendo el bien y el mal; ahora, pues, para que no alargue su mano y tome también del árbol de la vida y viva para siempre, sacarélo del huerto del Edén”. (Génesis, cap. 3º).

            Este Jardín del Edén era la Región Etérica, donde el hombre moraba en estado pueril. Poseía un cuerpo físico mas, como era físicamente ciego, no lo veía. Empero, en el mundo etérico estaba despierto y consciente y era capaz de comunicarse con los seres espirituales  de  aquella  región.  En  aquel  entonces  el  hombre  era  bisexual  y  podía procrear un cuerpo sin la colaboración de otra persona. Mas, llegó el tiempo en que fue de imperiosa necesidad de que se constituyera en ser pensador e individualizado, ya que no podría continuar para siempre como un autómata guiado por Dios. Como había sido creado a imagen de Dios, era preciso otorgarle la posibilidad de hacerse como Dios, un ser de toda sabiduría y todo conocimiento. Era necesario, pues, que tuviera un cerebro por el cual habría de actuar. 
            Precisamente  en  ese  tiempo,  los  espíritus  luciferes,  los  ángeles  caídos  del Período Lunar, aparecieron en escena e impartieron al hombre el conocimiento de que podía  ser  agente  libre  en  vez  de  un  autómata.  Los  espíritus  luciferes hicieron posible que el hombre se constituyera en dios o en bestia. Pero, como ellos no eran dioses, no les fue posible impartir al hombre el amor puro y espiritual. Como eran ángeles caídos, únicamente  pudieron  conferirle  los  más  bajos  deseos,  los  que  le  han  acarreado 
infortunio, sufrimiento y muerte, aunque también le han otorgado la energía dinámica y lo han despertado a la actividad mental. No podían, sin embargo, impartir las verdades espirituales  superiores,  las  que  vienen  al  hombre  únicamente  a  través  del  verdadero Portador de la Luz, Cristo, el evolucionado más alto de la Humanidad del Período Solar.
Este gran Ser siembra el amor espiritual del Padre en el pecho del hombre y así nos lo dice San Juan (6:51): “Yo soy el pan viviente que descendió del cielo; el hombre que coma de este pan, vivirá para siempre”.

            Los espíritus luciferes son llamados portadores de luz porque trajeron al hombre el conocimiento de que podía procrear un cuerpo físico a voluntad. Aun        que este cuerpo  habría de  morir,  siempre  el  hombre  poseía  el  conocimiento  para  procrear  uno nuevo. Este conocimiento lo hacía un creador en pequeña escala, mas el precio que pagó por  ello  fue  la  pérdida  del  vivir  conscientemente  en  el  mundo  espiritual,  que  era  su verdadero  hogar.  Ese  mundo  ya  no  era  real  para  él.  Se  había  trocado  en  tan  sólo  un sueño. La posición en que entonces estaba era semejante a la del joven que, por obrar mal,  se  aparte  de  la  casa  d  su  padre  para  hacer  su  propia  fortuna.  Tal  joven  es sumamente desgraciado por algún tiempo y no sabe qué hacer. Mas, después de muchos fracasos  y  grandes  sufrimientos,  aprende  por  fin  a  ser  fuerte  e  independiente.  En  el tiempo comprendido desde que es niño hasta que se hace hombre, la propensión hacia el bien,  los  preceptos  impartidos  por  los  padres  y  los  ideales  de  la  vida  de  hogar, permanecen con él y lo impulsan a buscar el éxito.

            Así  ocurre  con  el  hombre  en  general:  existe  dentro  de  él  un  misterioso  y  mal comprendido  impulso,  un  algo  sutil  que  perennemente  lo  inclina  a  que  siga  adelante, siempre obligándolo a que haga esto o aquello. Un amigo de quien escribe solía decir: “Algo  me  obligó  a  que  lo  hiciera;  mas  algo  me  dijo,  me  amonestó  para  que  no  lo hiciera”. Cuando se le preguntaba qué era ese algo, si era guía, amonestación o impulso, 
respondía: “no lo sé; sólo sé que viene del interior”. De igual manera, el hombre siente y responde a un impulso interior misterioso y potente.

            Encontramos  un  impulso  semejante  obrando  en  todas  las  oleadas  de  vida inferiores. Cada una de ellas, en su propia etapa de evolución, siente y responde a una 
fuerza  desconocida  que  la  impulsa  adelante  para  alcanzar  la  perfección  a  su  propia manera. Usemos la oruga como ilustración: apenas emerge del huevo, dedica todo el día y toda la noche a comer. Come y come hasta que alcanza el tamaño máximo. Luego, se
la ve inquieta. El impulso instintivo del insecto lo impele a buscar la parte inferior de la ramita o la hoja y allí se cuelga, adherida a la hoja por medio de una sustancia pegajosa que fabrica dentro de sí misma.  Después de un tiempo, la parte inferior del cuerpo se agranda  y  empieza  a  comportarse  como  si  estuviera  sufriendo  dolor,  moviéndose  y retorciéndose.  Pronto  se  le  abre  el  dorso  y  la  vieja  piel  se  desprende,  dejando  la crisálida. Día tras día, el color de la crisálida cambia. Tras un período de tiempo que varía  desde  unas  cuantas  semanas  hasta  varios  meses,  dependiendo  de  la  especie,  la funda se rompe y una bella mariposa emerge. Todas estas transmutaciones se efectúan por virtud de un impulso interior. 

            La  abeja  y  la  hormiga  trabajan  infatigablemente  durante  sus  cortas  vidas, buscando  alcanzar  la  perfección  de  su  especie.  Y  la  abeja  y  la  hormiga  que  rehusan trabajar, son arrojadas del panal u hormiguero y, si se empeñan en volver, las matan. 
           
           La  pequeña  semilla  depositada  en  la  tierra  permanece  durmiente  por  algún tiempo, abasteciéndose de fuerza de la madre Tierra, hasta que la lluvia la llama a que 
brote y así responda al instinto o impulso de expresarse en su propia y especial manera. Y, tanto si resulta una vid que se arrastra y abraza la tierra, un árbol que crece a gran altura o un rosal que se expresa en bellos capullos, responde en cada caso al impulso misterioso de vivir. Y la semilla que no puede romper su cáscara, se desintegra y vuelve al  reino  mineral.  Vemos  así  como  cada  especie  responde  al  impulso  de  vivir,  de extenderse  y  de  alcanzar  la  perfección  y  que,  cuando  en  cualquier  individuo  de  la especie falta ese impulso, se desintegra y sirve de alimento a los demás miembros del reino vegetal. 
            Sabemos  que  el  zángano,  en la  vida  de  las  abejas,  es  arrojado  de  la  colmena. Pues  el  mismo  método  se  emplea  en  el  reino  humano:  los  seres  humanos  que  no responden al impulso espiritual, se quedan finalmente atrás como rezagados. La vida es 
una gran escuela y a los hombres se les clasifica como a los alumnos. Cada individuo se encuentra precisamente donde él mismo se ha colocado por su propio esfuerzo. Y, si no
ha podido ir  al  paso de los de su clase  en la evolución, y éstos han seguido  adelante  dejándolo  atrás,  no  puede  culpar  de  ello  a  Dios.  Todos  los  Espíritus  Virginales  de  la 
oleada  de  vida  humana  han  tenido  las  mismas  oportunidades,  ya  que  todos  iguales salieron de Dios. Por eso, cuando contemplamos el género humano nos entristece ver a tantos rezagados. Los más inferiores de éstos son los antropoides, que ya se quedaron 
atrás en las evoluciones de los períodos de Saturno y Solar. No respondieron al impulso interior  y  fueron,  por  tanto,  arrojados  de su clase  de  espíritus.  Pero  habían  tenido las mismas oportunidades y recibido tantas bendiciones como sus  espíritus hermanos, que ahora constituimos la humanidad.

            Luego,  llaman  nuestra  atención  los mongoles y los africanos..  Éstos quedaron rezagados  de  la  oleada  de  vida  humana  en  el  Período  Lunar.  Las  razas  a  las  que pertenecen los pueblos occidentales son las más adelantadas, pues han sobrepasado el nadir  de  la  involución,  la  parte  más  oscura  y  más  material  de  la  existencia.  Bien entendido que hablamos de la evolución de los cuerpos, ya que los espíritus virginales inmortales que todos somos, son todos iguales. 
            Los órganos del cuerpo físico han alcanzado ahora un gran desarrollo, pero es preciso  lograr  aún  mayor  perfección.  El  Ego  debe  perfeccionar  el  dominio  de  sus vehículos  y  empezar  a  eterizarlos.  En  el  pasado,  el  hombre  fue  guiado  por  seres superiores,  que  le  ayudaron  a  construir  sus  cuerpos,  pero ahora,  en  ese  aspecto,  debe empezar  a  depender  de  sí  mismo  y  ya  no  puede  depender  enteramente  del  auxilio  y protección de los más elevados. Y, a medida que aumenten sus conocimientos, será, por virtud de su serenidad, su ecuanimidad, su fuerza de voluntad y su liberación del temor, capaz de protegerse a sí mismo, así como de constituirse en ayuda, protección y amparo de los demás. Un hombre así, logrará con el tiempo eterizar, como consecuencia de su fuerza  interior  y  su  pureza  innata,  las  células  de  su  cuerpo  físico  a  tal  grado  que, paulatinamente,  se  eliminarán  sus  más  groseras  sustancias  constitutivas.  Entonces  el hombre necesitará menos cantidad de alimento, puesto que lo absorberá de los éteres. 
            El  hombre  que desee  saber, precisamente,  cuánto ha adelantado  en el  sendero espiritual, puede hacer juicio de ello basándose en sus apetitos y deseos. Si sus deseos son puros y su apetito por la comida es ligero, puede entonces sentirse complacido. Con el  tiempo  alcanzará  la  etapa  en  su  progreso  en  la  que  los  vegetales  más  sencillos  le satisfarán  y  sentirá  entonces  una  natural  aversión  por  los  alimentos  cárnicos.  Ningún 
alimento que provenga de animal le dará satisfacción. Además, buscará el silencio. Un hombre  así  es  ecuánime,  pacífico,  imperturbable  y  pronto  para  servir  donde  se  le necesite. Un alma adelantada tal está siempre dispuesta a comportarse en su trato para con otros con un espíritu de amor y tolerancia.
          
  El gran poeta Longfellow escribió:
 
            “Laboremos, pues, por una quietud interior.
            Una quietud interior y una interior curación.
            Ese perfecto silencio, en que los labios y el corazón
            callan, y ya no nos permitimos
            pensamientos imperfectos y vanas opiniones
            y sólo Dios habla en nosotros, y esperamos
            con sencillez de corazón, alcanzar a conocer
            Su voluntad y, en el silencio de nuestros espíritus,
            poner en práctica únicamente esa voluntad”



de Boletín Rosacruz , Nº 34     
Año 2000 Primer trimestre (Enero-Marzo) Fraternidad Rosacruz  Max  Heindel - Madrid
* * *


miércoles, 25 de febrero de 2015

Atajos del camino - en you tube -


Atajos del camino
Lección de Filosofía de la Sra. Augusta Foss de Heindel de Agosto de 1929

en you tube, desde aquí
https://www.youtube.com/watch?v=34U9oL76-VA&feature=youtu.be

    Hay dos senderos que el hombre descubre cuando despierta y se da cuenta del hecho de que la existencia física que está viviendo no lo es todo.  Entonces se halla en la encrucijada a la que todos hemos de llegar algún día y dónde todos tendremos que hacer una elección: escoger si hemos de continuar en el ancho y fácil camino del placer, dónde hallamos alegres compañeros, o si estamos listos para menospreciar las cosas terrenales y seguir la senda de la renunciación, del puro vivir y de las aspiraciones espirituales.   Algún día hay que hacer esa elección.  El hombre no puede continuar por siempre la vida mundana, ni puede caminar a la vez por los dos senderos.  Tiene que decidirse por uno o por otro.

    En la encrucijada, dónde se le da la oportunidad de elegir, hay muchas peligrosas veredas que brindan al alma cosas maravillosas: la una detiene el rápido desarrollo del estudiante ofreciéndole el éxito y el poder; en la otra están las tentaciones de un gran conocimiento del que puede resultar hasta la adivinación; otro tienta al alma con los atractivos de la vida y la riqueza...  De este modo, el que busca vagará a menudo en su camino encontrando difícil la elección de la vía que le depare los mayores beneficios.  Vacila y prueba primero un camino y luego otro, porque los atractivos lo detienen a cada paso.  El resultado es que, en muchas ocasiones, el verdadero Sendero es el último que elige, porque uno no está pronto a aceptar las restricciones que le impone.  No está listo para vivir una vida de renunciación  y de servicio.  Pero, andando el tiempo, se dará cuenta de que ésta es la verdadera vida, la única en la que podrá realizar progresos reales.

    De todos modos, cuando, más tarde, alcance el punto en que los Misterios se entreabran para él, cuando, por sus esfuerzos y celo, haya llegado al lugar en donde principia a sentir la presencia de los altos poderes, aún no estará hollando un sendero seguro.  Su camino se puede comparar a las sendas de ásperas pendientes que serpentean alrededor de la montaña.  Unas veces, parece que se pierden en estrechas curvas; otras, se sumergen en oscuras hondonadas.  Y el ascenso es tan abrupto y rocoso que los pies del caminante se llenan de ampollas.  A menudo los animales salvajes se interponen en su camino y tienen que vencerlos antes de poder seguir.  Luego, quizá vea una senda que se separa del camino que lleva, y que le parezca menos escarpada, y se encamine por ella para acabar teniendo que reconocer que no conducía a ninguna parte, y haya  de desandar lo andado y re-emprender el sendero abandonado. 

    El ascenso a una montaña es muy similar a este viaje que el neófito tiene que hacer: su camino no es fácil y se interna en los roquedales y los espinos de la persecución, la renuncia de sí mismo y el trabajo duro.  Tan pronto como una persona a comenzado a ganar conocimiento sobre los mundos superiores y la filosofía esotérica, se le pegarán los que van a la caza de quien los ayude a resolver sus problemas.  El mundo está lleno de parásitos que nunca hacen el esfuerzo de pensar por sí mismos, que siempre están solicitando el consejo y la guía de los que han avanzado en el conocimiento, en esferas superiores.  El resultado es que el neófito interrogado se encuentra con su tiempo que se va de ese modo, restándole muy poco para sí mismo. 

    En esto hay, sin embargo, una oportunidad estupenda para vencerse a sí mismo y desarrollar la facultad de la intuición.  Porque los que vienen a pedirle consejos lo obligan a que lo extraiga de su conocimiento interior.  Ésta es, ciertamente, la senda del servicio que, con el tiempo, lleva a la puerta de los mundos superiores.  Si el neófito se puede abstraer en la obra de ayudar  a los otros tan completamente que no tenga tiempo para pensar en sí mismo o en gratificar placeres mundanos  entonces puede tener por seguro que está en el verdadero camino, que sus pasos serán guiados y que se verá protegido por aquellos que van más adelantados que él en el Sendero. Los guías invisibles dirigen a los que se hacen dignos de ello; y no importa cuan duras sean las pruebas a que se vea sometido el neófito desinteresado  y digno, debe sentirse seguro de que sobre él velan con cuidado protector invisibles influencias.

    Hay otro tipo de buscador de la verdad que conviene que lo analicemos un poco.  Es el que siempre busca atajos, medios para abreviar el camino, que inquiere sobre ellos y anda siempre  tratando de hallarlos. Sus corrientes (de deseos) están constantemente orientadas hacia el interior. Esta clase de personas se convierten en centro de atracción de  los  más  inesperados  peligros.  Se  enfrentan  con  tentaciones  como  nunca  habrían soñado. El buscador de atajos en el Sendero del desarrollo espiritual, no solamente trata de acortar el camino sino que está determinado a tomar la vía más fácil. Ambiciona que Dios le dé la libertad de los reinos espirituales y la posibilidad de sentarse y pensar en el nirvana. 

    Un hombre hizo a quien esto escribe la siguiente pregunta: “¿Qué está haciendo su Fraternidad en el sentido de conseguir para la Humanidad mayor libertad  para desarrollarse?” Supongamos que,  a un hombre que  sólo  desea la  libertad por motivos
egoístas, se le diese desarrollo espiritual. ¿Qué haría con él? ¿podemos imaginarnos a una persona así recibiendo el poder inherente al verdadero desarrollo? ¿estaría la virtud segura  en  sus  manos?  Con  el  gran  conocimiento  vienen  grandes  responsabilidades. ¿Podría entenderlo así y usar como es debido de su conocimiento? ¿no sería una presa fácil  para  las  fuerzas  de  las  tinieblas,  listas  siempre  para  engañar  y  perder  al  que investiga?  Los Klingsores  están  en la  tarea  hoy en día  como  lo  estaban  en los  viejos tiempos  del  Grial,  y  muchos  son  los  Amfortas  que  sucumben  y  son  heridos,  a consecuencia del mal uso que hacen de sus poderes espirituales.

    Los grandes enemigos que el hombre encuentra en su Sendero son: el deseo de poder,  el  de  riquezas,  la  vanagloria,  la  envidia  y  el  deseo  de  conocimiento  para emplearlo indebidamente. Éstas son las trampas que se atraviesan en su camino. Cuando uno ha llegado a adquirir algún poder, la tentación de utilizarlo en provecho propio le acosa  por  todas  partes.  Arrebatar  sus  secretos  a  la  naturaleza,  frecuentemente  lleva  a convertirse  en  obsesión  para  el  auto-indagador.  Pero,  cuando  el  hombre  abre  el conducto  que  lo  comunica  con  el  divino  poder  de  Dios,  desgraciado  de  él  si  trata  de emplear lo que recibe para la gratificación de sus propios intereses egoístas. Si acepta el agua  de  la  vida  pero  continúa  llevando  una  existencia  de  bienestar,  llena  de satisfacciones  para  sus  sentidos  y  sus  concupiscencias,  gozando  de  riquezas  mientras sus prójimos están en la necesidad, tiempo llegará en que el divino poder cambiará y lo destruirá.

    Al tratar de estos asuntos conviene decir algo respecto de los peligros del Sendero. Muchos están jugando con poderes espirituales que se podrían emplear para el desarrollo oculto.  El primero  y  más  temible  peligro  en  el  Sendero  es  el  deseo  de  un rápido y pronto desarrollo esotérico. Uno no puede imaginar que se va a convertir en un experto ingeniero en unos pocos días o aún meses. Hay que aprender cada parte de la máquina antes  de  esperar pasar con éxito el  examen.  Nadie, tampoco, espera  llegar a profesor de un colegio, si no ha dedicado su tiempo, primero, a años de estudio para la obtención del certificado correspondiente.  Pero,  cuando  el  aspirante  se  convierte  en alumno de la gran Escuela Espiritual de Dios y desea adquirir el conocimiento de los grandes Misterios - que han permanecido ocultos para los indignos por edades sin fin - pretende que se le enseñe todo a la vez y en un momento. La impaciencia ha descarriado a muchos hacia la senda de las sombras.

    Cuando Fausto  preguntó  a Mefistófeles:  “quién eres tú?”, la respuesta fue: “el poder  que trabaja  para  el  Bien,  aunque  tramándolo  en  el  Mal”.  El  neófito  que  no  ha purificado primero  su  vida  por  medio  de  un  limpio  vivir,  puede  compararse  a  los fariseos a los que Cristo apostrofaba diciéndoles (Mateo, Cap.23):

24.- ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y os tragáis el camello!

25.- ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! Porque limpiáis lo que está fuera del vaso y del plato, mas por dentro están llenos de robo y de injusticia. 
26.- ¡Fariseo  ciego, limpia  primero  lo  de dentro  del  vaso  y  del  plato para  que también lo de fuera se haga limpio!

27.-  ¡Ay  de  vosotros,  escribas  y  fariseos  hipócritas!  Porque  sois  semejantes  a sepulcros blanqueados que, por fuera se muestran hermosos, mas por dentro están llenos 
de huesos de muertos y de suciedad. 
    El aspirante es muchas veces persuadido por esos guías ciegos para que siga su método, y lo animan para que continúe llevando su misma vida mundana. Se le dice que es del todo innecesario el dejar aquello en que se ha deleitado en el pasado; que puede continuar comiendo  y  bebiendo  como  ha  comido  y  bebido  durante  toda  su  vida;  que puede continuar  en  el  juego  del  pronto  enriquecimiento;  que  puede  continuar comiéndose  los  cuerpos  de  sus  hermanos  menores,  los  animales;  que  puede  seguir deleitándose  con  los  embrutecedores  y  matadores  licores,  y  degenerándose  entre  el humo del cigarro y el cigarrillo… Todo eso se le dice que puede continuar gozándolo si sigue los métodos de desarrollo de esos guías ciegos. Con esos métodos - y por un corto espacio de tiempo - le parecerá que consigue rápidos resultados; quizás llegue hasta el punto en que conscientemente pueda dejar su cuerpo y moverse en el bajo Mundo de los Deseos. Puede desarrollar alguna clarividencia y pasar por todo ello, sin apariencias de peligro inmediato, pero sería  un caso excepcional.  La mayor  parte, con  esos métodos adquieren  dolencias, en  los  cuerpos  y  en  las  mentes,  como  resultado  del  desarrollo forzado.  Porque pone  en acción y  vitaliza  todas  las  fuerzas  del  cuerpo  al  tiempo  que intensifica  y  aúna  todas  las tendencias  que  no  se  han  purificado  todavía  y  que  se levantarán inesperadamente como una legión de demonios.

Boletín Rosacruz , Nº 32     
Año 1999 Tercer trimestre (Julio Setiembre) Fraternidad Rosacruz  Max  Heindel - Madrid

* * *